El pollo cantó toda la verdad

La reciente carta del Pollo Carvajal no es un simple gesto político ni un intento de redención personal. Es un terremoto moral que vuelve a exponer, con nombres y estructuras, cómo el régimen venezolano ha sostenido por décadas un sistema de corrupción, persecución y manipulación institucional.

Carvajal fue parte del corazón del poder. Conoció desde adentro las operaciones, los secretos y las alianzas oscuras que permitieron que una élite se consolidara a costa del sufrimiento de un país entero. Por eso su testimonio pesa: porque no habla desde la distancia, sino desde la profundidad del mismo aparato que hoy señala.

Su carta revela lo que millones de venezolanos han denunciado durante años:

La instrumentalización de la justicia, el uso del Estado como arma política, el financiamiento de intereses ilícitos y la conexión directa entre altos funcionarios y redes criminales. Cada afirmación es un recordatorio de que lo que hemos vivido no ha sido un simple mal gobierno, sino un proyecto estructurado de devastación nacional.

Pero más allá de lo que revela, la carta también marca un punto en común:

El régimen se está fracturando desde adentro. Cuando quienes formaron parte de su núcleo comienzan a hablar, es porque la impunidad ya no es garantía. La verdad empieza a escapar por las grietas.

Venezuela lleva años pagando las consecuencias de un poder que sembró miedo, silencio y miseria. Hoy, testimonios como este abren un espacio para la memoria, para la justicia y para la reconstrucción moral de un país que exige respuestas.

La carta del Pollo Carvajal no es el final, pero sí un recordatorio contundente:

la verdad siempre llega, incluso desde quienes callaron demasiado tiempo

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